Por Pablo Queralt
El trazo, la construcción de la frase, los claroscuros, los contrastes entre el bien común, el capital en una lírica que aborda la polis, lo que es de todos, la anulación de los contextos que crece “en su expansión mendas sobre el crepitar de las aves en los campos donde construyen paredes, edificios, consumismo y donde son declarados infelices, sobrenaturales aquellos que viven, trabajan, cortan la verdura, llevan a sus hijos a la escuela, manejan sus autos, por los secuaces que labran sermones”. Esta es la pesca poética que hace el autor de la realidad bajo el caleidoscopio propio como un representante del género humano. Como un aguafuerte que refleja el cielo en el charco, el barrio, la calle, la memoria, el recuerdo en la memoria donde solo hay un recuerdo: el hombre con las manos en los bolsillos con su sobretodo claro caminando por Florida para dormir en la oscuridad, en la bienaventuranza de días que se tornan siniestros cuando los humillados humillan a los humillados en una repetición para reducir. Un motor de vida en forma paralela golpea cada verso en la exploración de una autenticidad existencial entre la libertad y su simulacro “de grandes maquinas sociales más- mediáticas” constituyendo una estética territorializando el poemario. Tu Fu entre los altos pinos cantando una canción irreal. Porque entrar en la locura es una parte de la miseria del mundo que está ahí y no debiera ser. Es el inverosímil escenario al que uno no puede escaparse, la borrachera donde no se sabe si está dentro de uno o fuera de uno algo de eso que es la lírica. Estas intensidades van llenando campos incorporales haciendo su universo como por el telescopio uno puede ver un pueblo convertirse en polvo que alejándose se convierten en galaxias, transmundos. Son los sentidos apoyados en una luz que ilumina el texto a medida que avanza enumerando y dejando en cada onda del ciclo signos y marcas leídas en un azul visto por la ventana de un altillo en los versos desprendidos del vuelo como de un haikus que suelta su mariposa, como una enseñanza del sentido restaurado o tal vez reeducado.
El obrador Tzu, Sologuren, Takahama, Tu Fu, como un arte de contra-guerra, una táctica detallan la epifanía del devastador canto de la tala, es el libro que duele en una dialéctica que enfrenta en espejo capital y lírica en manos de un hombre que jamás hubiera hecho un asado y si fumado cigarros contra el vidrio que cubría el escritorio, todos esos puntos nouménicos que dan el detalle el corpus o el sentido de la obra porque las minucias de nuestros actos es lo que cuenta toda una vida. En fin los recuerdos reforzando la idea, el pensamiento, indagar, escuchar en las rutinas la soledad, lo social. No hay certezas porque las certezas ignoran los detalles: universo o ente? Ese aire de acero que se respira o el esplendor de un siesta eterna donde se respira oxigeno o tal vez ir al cine para olvidar todo lo una vez visto y recargar energías, esa lucha con uno mismo y lo que debe modificarse adentro y afuera, de eso va el escrito dibujando palabras que deben decirse y no siempre se dicen. En fin nada se ha perdido porque nada fue en realidad, ese es el centro mental que se debe estar dispuesto a recibir si se es poeta.
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Jorge Aulicino
El capital. La lírica
Barnacle.
Buenos Aires 2024
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