Daniel Amiano - adn cultura - Diario La Nación -6 de diciembre, 2008 -
Un discurso complejo, disperso, imprevisible le da forma a esta serie de textos que discurren para conformar un poema-río que desemboca en un nuevo nacimiento: el del designio del hombre, el desvarío de una humanidad que no aprende del espejo que genera. Entonces, habrá que empezar de nuevo.
En Cierta dureza en la sintaxis, Jorge Aulicino elabora un discurso que plantea no sólo una ambición poética distintiva, sino también una búsqueda que profundiza el juego con el lenguaje que el autor ya había expuesto en libros como Hostias y La línea del coyote. El libro se construye de cara a una épica de la derrota. No la derrota como emblema, sino como destino irremediable, que se dibuja en versos como: "Te bastaba una ciudad coloreada por el guiño de la tormenta./ Ahora intentás pactar. Pero no hay con qué quedarse./ Entregarás un alma que no le sirve a nadie". Aquí se expande el campo de batalla, y el resultado de esa batalla ya se conoce. Lo que el poeta anota es el devenir de la lucha. Por eso, se mezclan los tiempos, hombres y creencias que marcaron a la humanidad, nombres propios, muertos anónimos.
Las imágenes surgen de las contradicciones históricas y cotidianas, de contemplaciones distantes en tiempo y espacio. Esas imágenes están unidas por un sujeto impersonal, ajeno aunque a veces hable desde un yo, porque ese yo también vacila y rápidamente adopta la tercera persona para llevar al lector hacia otra tensión. Esa ajenidad enriquece, desafía, pone en duda –una duda filosófica– tanto al observador como lo observado.
Aulicino narra ese campo de batalla con detalles dispersos, no para llegar a un final –siempre se llega a la derrota–, sino para dar testimonio. "Lo que condenan a tu alrededor es la muerte joven./ Con malicia has preguntado si a la muerte o al que muere./ ¿Es honorable llegar a viejo y hartarse de comida?/ ¿No es honorable fumar y enfermarse de gripe española?/ A mis setenta años seguiré haciendo muecas./ Pues las palabras son equívocas/ cuando el anochecer se levanta." La fragmentación acentúa la intimidad, e invita al lector a tomar partido en esta guerra íntima. No ya por el bien o por el mal, sino por el lugar desde el cual uno decide participar del devenir de la Historia.
Poesía densa, inestable y estimulante, Cierta dureza en la sintaxis propone lectura y relectura, conclusiones y contradicciones, asombros y pérdidas. Aulicino, nuevamente, juega en los límites del lenguaje directo, conversacional, hasta llevarlo a una suerte de zapping poético que apuesta al vértigo –que es el vértigo de su tiempo, nuestro aquí y ahora–, para alcanzar una vista panorámica final que, por supuesto, nunca será definitiva. Apenas la señal de que hay que volver a empezar.
Daniel Amiano
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