Carlos Schilling - La Voz -7 de junio de 2020 -
La historia puede ser un depósito de materiales para la literatura, como lo demuestran las obras de Marguerite Yourcenar, W.G. Sebald o Robert Browning. Con Un poeta griego huye de Londres, Jorge Aulicino se suma a esa estirpe, aunque lo hace a través de la potencia del anacronismo. Aquello que Lautremont proponía como encuentros fortuitos en el espacio, Aulicino lo traslada al tiempo. El resultado es un raro montaje entre pasado y presente, una coincidencia de la que no surge una verdad atemporal sino un extrañamiento irónico.
El escepticismo que domina gran parte de los poemas proyecta su sombra en todas las direcciones . “...para nosotros no hay otro mundo/ que el de las cosas que junto a los caminos se hacen oscuras”. Pero esa visión no impide que varios textos presenten situaciones en las que se atisba una revelación (que nunca se produce o que no modifica nada): “Es como un trueno tu voz que tiene una sola nota” (le dice un poeta ruso a un viejo lavarropas).
Ya desde los títulos, muchos de los cuales incluyen nombres famosos, como Dickens, Byron o Bolívar, Aulicino insinúa su voluntad de exponer a estos personajes a la prueba del tiempo e intentar un balance transhistórico que, por lo general, da un saldo negativo. En ese punto, es significativo que la figura de Friedrich Hölderlin sea convocada dos veces (una en el último poema). Su pregunta “¿por qué poetas en tiempos de penuria?” es “traducida” brutalmente como “¿puede haber poesía en Alemania?” La respuesta, tal vez, figura en el poema anterior: “Todas nuestras cosas son una maldición y un don”.
Un poeta griego huye de Londres,
Jorge Aulicino,
Griselda García Editora.
Buenos Aires, 2019
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