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Texto completo / El camino imperial. Escolios


(Texto completo. Publicado en 2012 por Ruinas Circulares)                                                        
 
Que les tables mémoriales se jumellent
comme les tours de veille au long de la voie d'Empire, 
de cinq mille en cinq mille pas. 
                                                             Victor Segalen


La discusión bizantina
 
Fijaos en qué consiste el detalle,
vosotros y todos, especialmente aquéllos,
los que dijisteis: no del hijo, asimismo,
sólo del Padre, y fuera de dividir el imperio 
del espíritu, creasteis un esférico misterio
que provee dones y abismos.
Nosotros a las orillas del Mediterráneo
recreábamos, aún creamos, una y otra vez al hijo,
en numerosos cuadros, en demasiados cuadros,
abierto como una res,
y propagándose por los caminos del mundo viejo y del nuevo,
por la tierra apisonada y la tierra no labrada,
por el estiércol, por los hermanos y las madres,
por la guerras y los despeñaderos.
 
 
Dinastía Han, 194 d.C.
 
Bien lo dices: "Qué clase de emperador
soy que no tiene morada y habita un país en ruinas";
el entendimiento en ruinas, asimismo.
Hice dádivas,
mientras tallaba mi palacio en oro.
¿Los que invaden mi reino son pueblos justos?
¿Todos beben según su necesidad en los ásperos campamentos?
¿El líder es probo?
De nada te sirven estas preguntas.
Planta tú mismo el arroz devastado.
Únete a tu pueblo.
 
Naufragará en el Yang Tzé el pensamiento único.
En cada uno de los Tres Reinos
habrá una semilla de verdad.
 
La espada tiene término.
Donde quiera, el Espíritu soplará.
Y dirá incluso Cao Cao el poderoso:
"Aun las serpientes aladas
se convierten en polvo".
 
 
Analectas
 
Mis dos amigos discutieron 
con la mayor seriedad -si puede considerarse
seria la pasión de la ebriedad- 
hasta que amaneció en el patio. 
Discutieron si es correcto 
que el hombre orine bajo la ducha.
La intensa batalla verbal enfrentó a Kant 
con Spinoza, pero ambos lo ignoraban.
Cuando amaneció, el perro ladraba al gato 
que intentaba vanamente enterrar
sus excrementos bajo un naranjo.
Oh qué modelo, habría dicho el sabio, 
de correcto proceder, en la aún no regada 
porción de naturaleza junto al patio 
en el que la civilización divagaba.
 
 
Edward Hopper, People in the Sun
 
La vida detrás de las paredes
y en los antiguos hoteles que frecuenta
la clase media alta
está llena de una violencia que festejan las aves
detrás de las ventanas
como un movimiento de la naturaleza
 
 
Vejez imaginaria de Celestino, Papa
 
Ahora yo soy el fuerte, ahora
el pájaro, el nipote, se acurrucan 
en mi regazo. ¡Guíanos!
Yo que no supe reinar, que era tan puro o tan blando
que no supe, no pude,
que para siempre quiso Dante dejarme
en la antesala del Infierno.
¡Guíanos! Te ves tan fuerte...
Guíanos al centro, en donde
dejamos de ser hombres para ser hombres.
A la Historia, en la que se disuelve el aura terrenal
y se adquiere el aura celestial.
Guíanos al centro de la muerte.
 
La Historia, de pigmentos, de terribles fragancias.
La Historia, impersonal.
 
 
Vejez imaginaria de Pavese
 
Ahora yo soy el fuerte, yo
el que veía a los hombres como dioses
e ignoraba su crepitantes derrumbes.
El mecánico, el labrador, el piamontés de tierra.
Yo, que pensé que nunca podría hablarles,
y uno se ahogó en vino blanco, 
el otro se arrodilló ante el tirano.
 
Ahora he crecido, y otro chico, tras la ventana,
mira el viñedo y dice: "Mi primo, aquél, me enseñará
cómo callar, ser fuerte, seguro, titánico, solvente".
¿En todos pone el cielo un ascua de héroe?
 
  
Aqueronte
 
(Nota a Transhumanar y organizar de Pier Paolo Pasolini)
 
Organización,
that is,
el problema,
porque si querés
una iglesia,
si querés lo alto y lo bajo,
lo alto en lo bajo,
y no lo bajo en lo alto,
y a cada quien según,
y la palabra que va y viene,
cargada de estupor, verdad y desierto,
transparencia de copas 
y opacidad de cocinas,
y que el espíritu no se empantane
y la incertidumbre y la certeza sean colectivas,
entonces
caminemos hacia el agua,
te mostraré...
 
 
Dante, post scriptum
 
El porqué -no fue casualidad- que puso en mi senda
a Estacio, de manera que viera su rostro sonriente
en el esmalte del paraíso terrenal junto al
del venerado Virgilio, nadie podrá explicármelo.
 
Él, Estacio, que quedó junto a mí
cuando Virgilio se fue sin aviso;
el irresoluto Estacio,
que ocultó su conversión
y siguió diciendo no al Cristo
mientras lo veneraba en su intimidad
plagada de los sonidos de Tebas;
Estacio, que de hecho vagó quinientos
y cuatrocientos y trescientos años
purgando su prodigalidad y el tiempo
en que vivió sin el dios verdadero,
fue conmigo hasta los pies de quien, creí,
había dotado mi vida de sentido.
Nunca, lo sé, las aventuras del espíritu
concluyen en la compañía de los más luminosos,
y tal como el Virgilio volvió al limbo sus pasos,
volví a una ciudad a la que ya no amaba
y traté de cosas sobrenaturales
ante los más vulgares
poderosos; me exilaron;
la fiebre me dio en
las marismas; aguardo el bote
que me llevará a la colina
que subí una vez, maravillado.
Ya no me importa. El sol 
que me fue destinado brilló 
en la tierra y en el cielo
y he sido como el náufrago
de una inútil revelación. El limbo
es mi lugar, mas soy cristiano,
tanto o más que Estacio, el casual.
 
 
"...ed ecco il loco"
 
… y cómo de repentino azar se hace el infierno.
Y también de azahares. El que encontraste al pie
del monte, la cabeza entre las piernas,
la que apenas giró para mirarte por sobre
su muslo y te dijo: ahora prueba subir tú.
Y aquel otro, el que te dijo: hay mejores que yo
en el arte de la iluminación; y sobre todo
el que en el fuego
te señaló con el dedo
al que iba delante:
ése fue el mejor herrero.
 
Como si en el infierno y el purgatorio
todos asumieran su cruel y pura verdad,
aun vos, 
diciéndote "canta", te eligieron
no te ungieron ni te destinaron, no eres Eneas
ni Pablo,
sino el que ha escuchado el rumor de voces
en la vida de arriba, y ha hallado
su sentido de turbulenta sinfonía abajo
y en las duras laderas del monte 
de los aún no salvados.
Los que lloraban por amor más que por los tormentos;
los que acallaron la autoconmiseración,
los que dijeron: de corazón he pecado,
entre ellos, reinando,
el que imitaba la voz de Zeus 
pidiendo ayuda a Vulcano,
el que se burlaba de los de Siena,
el que se acomodaba a hablar con nostalgia 
de Cerdeña junto a su paisano.
¿Somos esa morcilla de voces que arde
sobre un asador atizado por diablos de sindicato?
 
La zarza arde en la boca del subte.
Gotea en las cloacas un Aqueronte.
Como recintos de frío carbón apagado oscurecen
los edificios.
Y el fuego precede las obras del ingenio.
Excepto la indiferencia, todo estaba 
en el infierno y en el purgatorio.
Excepto la natural desnaturalización 
de lo sobrenatural,
todo estuvo previsto, para el Decamerón, 
para el noticiero.
Excepto la idea vacía de idea 
con que alguien se sienta
en este momento a la mesa de al lado. 
Excepto la estúpida vida,
la vida en soledad, la vida no colectiva, 
la vida no actual.
 
 
En el medio del camino
 
Caigo entre símbolos, y a quién esto pueda importarle:
la selva es asimismo mi mirada
cuando se perdía en los ojos de la cristiandad:
observen que me refiero a la selva cerrada
de mi comprensión, y no a la diáfana
pureza con que las cosas se despliegan
a la orilla de los ojos,
en el orillo,
en el dobladillo
de nuestro mirar dentro y afuera.
 
 
Tièpolo, Guarigione dell' ossesso
 
C'è quattro guise:
l'una lunga, l'altra bisettrice.
 
 
La importancia de llamarse Severo
 
Mi vida está llena de sombra, mi querido.
Dejo los zapatos debajo de la cama.
 
 
Isaías
 
El trueno aún tiene su significado,
según yo lo comprendo, pues,
reducida Babilonia, pobladas ahora sus casas de masajes
de los gritos de gatos cervales,
con la roca hendida, diabólicas hormigas,
un aguilucho comiendo de un arbusto seco,
y las colonias de murciélagos apoderándose de sus palacios
-con asimismo la hiena, y el simún que todo barre-,
el árabe puso la planta allí de nuevo, hizo tiendas
en donde hubo residencias de placer.
Qué queréis... Ese trueno en el fondo del desierto...
El demonio de algún modo hace nueva interpretación del Muro
derrumbado por la piqueta de Dios, de los pueblos.
 
 
Kritik der politischen Ökonomie
 
Debo agradecer - dijo el poeta Fergusson
O'Connell - a todos estos señores
-años de Oxford detrás de sus palabras-.
Los árboles de la calle frente a su ventana 
en Equis Street -Gordon Street digamos- 
tal vez eran plumas, fueron plumas
para las mentes dispuestas, ágiles y sinceras 
de los románticos. No para él. Para él sólidos eran. 
Su movimiento, visible. Sólidos, y se preguntaba 
por las arenas de las grandes fosas
marinas. A nueve a diez kilómetros de profundidad.
¿Ligeras? Se preguntaba por todo el contorno:
el martillo del herrero su padre resonaba en su cabeza.
Oh luchó en las garras del capital -Debo
agradecer a todo estos señores -dijo-.
Pues comprendía, pues luchó en las garras.
Conoció el chasquido del panfleto y la resonancia de los bosques.
A todo esos señores, en las garras.
 
 
El olor del pez alejó al demonio, Tobías, 8:3
 
Decís vos: mirá los vendedores de pescado...
Suponemos ambos que vemos lo visto,
el determinado
significado 
que se ajusta, detalle más o menos,
a lo que físicamente vemos en este momento exacto.
¿Vendedores de pescado, Pablo?
Esos hombres, si son hombres, no venden pescado.
No tenemos prueba alguna.
Esos hombres no tienen pescado.
Esas son figuras con canastos.
Esas son figuras con objetos pardos.
Esas quizá son figuras.
O son los apóstoles, Pablo.
O son una masa articulada de modo que ni vos ni yo
podemos describir, porque su aparición en la línea
de lo que convenimos real, no los hace, per se, reales
vendedores, ni hombres, ni sombras, ni objetos, Pablo
-en sentido intelectual-. 
Apenas nuestro lenguaje, con propiedad, podría decir: aquello.
Sólo lo indeterminado.
Y aun en ese caso, no sería correcto nuestro hablar,
no se adaptaría a trasmitir siquiera una palabra del 'campo' de lo 'real'.
Como si dijeras: 'el pespunte se viste del inolvidable albur'.
Como si fuera natural que alguien amanezca con una maza en la mano.
Como si cada detalle de los infinitos detalles de esta calle que baja
al río fuese natural, se pudiera mencionar, incluso, 
cada detalle oliendo a víscera de pescado.
 
 
Crepúsculo
 
Se resiste a la tragedia el tiempo
a pesar de la ceniza volcánica que cubre
suburbios de esta ciudad y ciudades enteras.
Si miro los árboles, no sangran en una selva dantesca:
tienen un aspecto más bien indiferente y
fríamente taciturno;
en lugar de brasas, los números luminosos 
del transporte colectivo parecen caramelos 
en vidrieras heladas.
No nos atrape este Vesubio en extrañas
contorsiones en las casas no santas,
dice mi amigo, pues sería una forma trivial
de que el futuro nos recuerde. Queden
sólo números encendidos y raras sagas
de vampiros hemofílicos como pregunta
sobre esta enigmática superficialidad.
 
 
Van Gogh, Zapatos
 
Qué sino pintar, 
que
no es
atrapar, sino
la incontenible necesidad
de poner bajo un horizonte
las infinitas cosas desapercibidas
pues
de otra forma no serían percibidas
pero además
trazarían puntos de fuga infinitos,
y entonces
¿hacia dónde, hacia dónde?
Hacia dónde decir que tiende la mirada.
Otra cosa veo, Teo,
la infinita 
materialidad de la materia:
mirá estos zapatos, la silla, el sombrero,
no hablar ya del girasol,
de los girasoles,
de los campos, de los estibadores,
del azul material del cielo,
y del color que fueran los ojos
tuyos, del doctor, los míos.
Densidad, diafanidad, infinitos puntos de fuga
que insisten en que la materia no es forma,
¡no es forma!
No hay abstracción que la capture
ni gruesa pincelada que convierta una galaxia
o el resplandor de una galaxia en la siempre
inacabable rugosidad, 
en la siempre
inacabable
materialidad
de una colcha.
Analogías, hermano: ¿qué analogías?
 
 
Quaderni del carcere
 
Porque tiene algo agradable la voz
de los altoparlantes,
creemos en ellos.
Si no hubiera al menos un poco
de arte,
no habría explotación del hombre
por el hombre.
Así acaricia tu placer la Virgen de las Rocas,
así lo acarician las noches de Goya;
la sombra y el silencio
en la Quinta del Sordo.
 
 
Las nieves del Killimanjaro
 
Gris es toda teoría y gris el árbol y el desierto de la vida.
A sólo un par de kilómetros de aquí, mientras los héroes 
de nuestro tiempo cazan leones en el zoo,
los aviones levantan vuelo desde el desierto.
Siento el rugido animal de los motores como el bramido más salvaje
que el mundo puede lanzar en estos días.
Vibran los vidrios y balbucean los muertos.
He enterrado la espada bajo el árbol, Ginebra.
¿Qué mal podría reportarme ver el avance de la podredumbre 
hasta su límite, o hasta lo ilimitado?
¿Alcanzará nuestros días de abril, de aquel abril, o de aquel marzo?
O los días de otoño de cualquier pobre suburbio,
o las largas contemplaciones de una laguna artificial.
Eso quiero decir: "nuestros", como si valiera algo.
¿Has visto, Ginebra, los cuerpos volar por una explosión de obús?
¿Cuántos cuerpos? Todos vuelan y "sus" días no son nada.
Millones de muertos en una guerra civil que empezó cuando...
 
¿Qué son los hombres? ¿Qué son "sus" otoños o su pasearse o su sufrir?
¿Qué es un imperio bajo el suave agitarse de los arbustos en la ventana,
pues llega el aliento puro, no de este otoño,
no de otro, sino de un otoño con el frío de un campo
minado, cuando nadie se mueve en él, cuando se prueba con el bastón
el camino, pues la luna se ha ocultado incluso para el ciego samurái?
Y no alcanza el bastón, pues el suelo estalla, y conviene estarse
quieto, juntando la energía restante, aspirando el viento,
latiendo y viviendo en una atenta inmovilidad...
hasta que llegue el momento, o no llegue el momento.

Bebiendo el agua de una tormenta nueva, como lo son todas las tormentas.
El agua que fluye sobre los pómulos y los labios.
 
 
Olímpicas 1
 
He de ser duro, Ganimedes, tú que te regocijabas
en la virilidad, así se cumpla tu deseo
He de ser duro y pactar
Mira los montes cubiertos de huesos y de hierba
Mira sonar el sonajero de las mil tentaciones
Y como has andado entre las piernas de los dioses
y sabes a cuánta miseria se entregan, a qué dividendos,
dirás cómo hacernos fuertes y despertar cuando los siglos
hayan hecho su trabajo de pulir y dispersar
Y si hemos descubierto el vellocino en los laboratorios
Y si es de Dios la matemáticas y qué tiene que ver Dios
con los reglamentos de tránsito
 
 
Olímpicas 2
 
Prometeo liberado de sus cadenas
va con ellas
por la calle golpeando a los falsos ciegos,
a los inválidos,
a los menesterosos,
como si todos ellos
fueran mercaderes en el templo.
He ahí
dice Zeus,
el resultado 
de condonar, compadecer, indultar
y, por así decirlo,
el resultado general de la piedad.
 

Olímpicas 3, Efesto
 
Estemos o no en el ojo de un gigante,
las colonias se multiplican.
Crecen con inusitada avidez.
Igual, las hormigas, el muérdago.
A golpes nos multiplicamos, 
dañamos la visión de Hiperión,
la nuestra propia, el alimento.
 
 
Materialidad de la enseña (Hastings, o Vilcapugio)
 
El hecho es que las banderas
han sido hechas para flamear altivas
o caer en el barro, acribilladas,
y aun volver a flamear con agujero y triza,
y son símbolo coloro y arrestable
y augusta realidad de una idea.
Y no dejan de ser banderas,
aun a trapos reducidas.
 
 
Da Messina: San Jerónimo
 
Que la arquitectura lleve a uvas.
Que los pasillos abovedados sugieran parras
y, las cúpulas, celestes siestas.
Que el pájaro vuele a través de estancias
rematadas por altas ventanas y vislumbres
de piedras esmaltadas que evocan las orillas
del mar. Que haya en el pavimento sutiles pisadas.
Que el hombre escriba en medio de una habitación
sin fronteras, que la cueva sea mundo abierto
capturado en su estar y su fluir, su imantar y su quedar.
Que Dios sea el eco, y que la línea lejana del horizonte
súbitamente sea atravesada por la lanza del abismo.
Que en la campiña se detenga el herrero y vea que el acero
está en el golfo de la mirada, tenue, como la nube,
duro, como la maza.
Y que en la alta construcción que cobija y da entrada,
se oiga que unos a otros los versículos se llaman.
 
 
Guillermo Enrique Hudson
 
Lo que no había percibido es el polvo.
El polvo de desierto. El que el viento
arroja sobre los cardos y los zapatos.
No había aventurado el auto
que se refleja en los círculos concéntricos
del agua, desde donde acaba de volar un pato.
Lo que no percibí fue el trabajo.
La producción en masa. El altercado
convertido en noticia policial.
La épica de la tierra hecha "sociedad".
Lo que no vaticiné -pues no vaticiné-
fue la alta máquina en el campo.
El fuel, el almuerzo del peón, la peladura, el lento o rápido
trabajo de la contaminación donde acaba 
¿o empieza?
lo sagrado.
 
 
Rimbaud en el exilio
 
Aun en el desierto:
todo lo que era tu diáfana vida,
aquello que aun así era una parte de la vida, apenas
la organización de la caravana, el filo del arma,
las aventuras que leíste, las calles de El Cairo,
París trepidando lejos, el sol abrumador, un escorpión,
el papiro, café, un inglés, la oración, almuerzos,
habitaciones de hotel, pantallas, cabos de vela o,
exactamente, un cabo de vela; una amargura:
todo eso te sostuvo en vida como un plasma tuyo y ajeno:
aquello y más fue necesario para que tu máquina viviera, 
sólo para que vivieras vos, una delicada construcción:
toda esa vida quedaba fuera de tus fugaces galaxias,
mientras escribías en aquella ciudad del Occidente,
cuando escribías,
todavía
lejos de África:
A noir, E blanc, I rouge, U vert, O bleu:
 
 
Filosofía de la historia
 
Por un momento el paje de cara de niña
se borró de la historia
pues apuñalamientos y decapitaciones
abonaron la escena. Pero no
se comprobó que la historia hegelianamente excluía
conos de sombra profunda.
Apareció el paje en la cama de la reina.
 

Etica Nicomáquea
 
Gracias
a lo que ha golpeado en plena caridad,
nel'altro
que a su vez es uno,
pues como Larkin ha dicho el dos
es difícil de llenar
-si no es de tres, cuatro, cientos, digo-,
gracias
a que el altro es el mismo
uno
y apenas hay un desliz, una ínfima parte de centésimo
de milímetro
en el que uno es altro;
gracias a las rosas en tazas de té,
a un viejo juego de lapiceras,
a las casas de los amigos,
a las reuniones en altas horas
y en altas, antiguas, moradas
que esparcen luz tenue sobre nada,
y a lo que se piensa al quitarse los zapatos,
y gracias a los valores morales
de unos gestos en el garaje,
a un gesto imprevisto, como decir "la he recordado",
gracias a estas y otras obras que una veta
en nos de la Gracia
promueve, 
puedo, puedes, 
podemos,
armar cada día la barca,
mirar de frente la ciudad, sumergirnos en el shopping
brillante y vacío
Donde el viento de los ángeles
te grita en los oídos:
"la multitud se esfuma y tú; 
y tú tienes el campo expedito".
 
 
El Evangelio. Pascua
 
Caminaba a lo largo de avenidas vacías,
y, desde los más altos estamentos de vacíos edificios,
decían: morirás en nombre de nosotros.
Aullaba un perro al que sus amos 
dejaron solo en los vacíos edificios.
Fue no obstante necesaria Roma para decidir:
está, este hombre, en la más completa 
posesión de sus facultades mentales.
Y el sacerdote que en resguardo del erario espiritual
lo viera peligroso. Y una Pascua y un cordero,
pues el setenta y cinco por ciento de la capacidad
hotelera estaba completo.
 
 
Paradise Lost
 
Porque cuando te mira fijo, es
absolutamente, absolutamente,
Dios. Lo mirás con la maza y las escamas
de las que lo ha dotado el buen cine industrial.
Creen engañarte
-recuerda el viejo corriendo las lagartijas entre los tomates:
diablos menores entre latas de tierra y abandonados manubrios-,
y te dicen la diabólica verdad.
Es una guerra de titanes, de músculos y ángeles.
Una guerra, ah, decírtelo: de hermanos. Cielo de los reptiles,
tierra de los charcos con miradas de querubes.
Rasgada la túnica, Miguel muestra bíceps de gimnasio,
entrenado cuerpo, batiente tórax, pelos bestiales.
 
 
Requiem, Confutatis
 
En cuanto al bisbisear de los abismos:
nada de esto decidiste incluir entre los sonidos.
Asterisco de luz, derrotado antes de presentar los debidos
     respetos.
Pocos años te bastaron para levantar el templo,
el mejor edificio 
que un sajón pudiese construir para el sacrificio,
la más heroica canción 
católica.
Construida por un masón.
 
 
Ezequiel, 11:16
 
Si, perdido en cierto éxtasis,
te gobierna la calle,
habrás visto la certeza del dicho
"donde estés, está su morada".
A la vez el desierto y todos
es el que cruza ahora la ancha avenida
regulada por semáforos
cuya eficiencia en ese trance da por hecha
de una vez y para siempre, y por hecho da
que nunca falla.
 
 
La evolución de las especies
 
La risa de las mujeres
plena
en la siesta,
lavada de trémolos histéricos o inciertos 
cuando los hombres no estaban,
ha resonado en la teoría general 
de las especies liberadas
del rígido determinismo
secular,
pues estaba presente cuando he dicho:
algo más allá de nuestro dominio
y de los gorjeos adaptativos
quiere el cielo. Y es
-ah, al escribirlo tiemblo-
un cielo de júbilo sensual.

 
A El cuervo, de Poe 

Así pues, toda la cultura, los extraños conocimientos
y las brasas que arrojaban luz y sombra 
a los pies, diríamos,
de un águila de piedra; la intrincada industria de la alfombra,
los cortinados de telas polvorientas:
¿lóbrega la distancia,
y plutoniana,
o lóbrega la estancia?
que se precipitaba en cavernas de ignorancia,
en tanto era más íntima y cercana
la conquista civilizatoria...
Libros, chimenea, bibliotecas, terciopelos.
Pero las incontables grietas del cuarto ¿qué?
Allí donde las arañas, nacidas al parecer para los cuartos y
     gavetas, tejen su arcana tela
donde corren ínfimas sombras,
suciedad que de noche no llamamos suciedad, pues se borra
     el insípido contorno. 
El extraño silencio de los objetos suntuarios...

 
La leyenda del hielo. Jack London
 
Cuanto más difusa la necesidad en la escena interna,
más precisa la confusión externa del huracán.
Necesitábamos solo una reserva de leña, 
alcohol, carne y tabaco para afrontarlo todo 
por un tiempo. ¿Y qué más necesitábamos? ¿la que era flotante ausencia
en la cabaña? Luminosa ausencia. La ausencia de la divinidad.
Pero ella estaba creando los hielos y su apretada morsa.
Ella no quería ruego, sino persistencia. 
No habríamos osado leer la Escritura: por mandato de Dios.


El fracaso de Holmes en el natatorio
(Sherlock, primera temporada, capítulo 3, BBC)

Un tipo abandona el paraninfo del natatorio hablando por su celular
con el traje gris correctamente abotonado.
Y como por acto de magia las acciones se suspenden.
La mira laser que buscaba tu garganta se apaga.
Bajás una pistola -una Glock de nueve milímetros quizá,
extrañamente precisa, moderna y austera para tu exquisita mente
barroca, talmúdica, contrarreformista-.
Tus ojos corren por los balcones de la piscina nocturna 
e incluyen las estrellas. Estás auténticamente desconcertado.
En tus ojos late la idea, late y late la idea.
Ah este momento en el que nacen los teoremas, las caricias.
Comprendés, al bajar tu arma matemática -la que siempre
fue más razonamiento que arma para vos-,
que el misterio de cada época hace mutis de modo diferente.
Ahora debés encontrar resuello, una lógica fortuita
que se prende y se apaga. Ningún crimen está resuelto.
En estos tiempos se incrementa
la multiplicación especular. Las probabilidades se reparten
con la obsesión del sofisma de la liebre que no adelanta nunca a la tortuga.
Y es esto Dios: una cuestión de dimensión, de multiplicaciones,
de velocidad. 


Socialist site

En el sitio socialista, como matorrales entre las vías,
rojos
de tiempo y
de deseo político,
crecen, fermentan, se pudren y huelen
la rosas de la madera, las rosas del fierro,
las rosas del pensamiento
los pétalos robustos, con sus bordes carcomidos,
pues algo de madera y de hierro sirve aún en el mundo
a la obra material, a la obra cívica,
a la obra íntima.



© Jorge Aulicino

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