Entrevista con el poeta y periodista Jorge Aulicino, nuevo traductor al español de la Divina comedia, la magistral obra de Dante Alighieri.
“Ojalá la Divina comedia contribuya a que la poesía no olvide lo que debe tener de narrativo”, le dice a América XXI el poeta y periodista argentino Jorge Aulicino. Acaba de publicar su traducción al español del Infierno, la primera de las tres partes del clásico que Dante escribió en el siglo XIV, una de las grandes obras de la literatura universal que sigue despertando admiración y también controversias (ver recuadro). El poema narra un viaje realizado por Dante a través del Infierno, el Purgatorio y el Paraíso. Por ahora Aulicino publicó en una exquisita edición bilingüe, en verso y con ilustraciones del artista Carlos Alonso la primera parte de la obra, pero avisa que ya vienen las restantes. Así, se inscribe en una tradición que inauguró Bartolomé Mitre, primer traductor argentino de la Divina comedia, cuya versión se publicó en 1889 (la primera en español dataría del siglo XV, pero está perdida) y recupera en un lenguaje actual y sumamente cuidado de un clásico inevitable que como Homero, Goethe, Cervantes, Shakespeare, vale la pena visitar aunque pasen 700 años o más.
¿Por qué una nueva traducción de la Comedia?
Quería hacer mi propia experiencia con la Comedia. Antes que nada, fue un trabajo personal. Si la leía, debía traducirla mentalmente (yo no “pienso” en italiano, como se dice ahora), y si la traducía mentalmente, ¿por qué no anotar la traducción? Eso fui haciendo en mi blog, públicamente, canto a canto. Al final resultó que no me parecía una mala traducción, y por eso salió el Infierno.
Bartolomé Mitre, el primer traductor local, se había pasado 40 años obsesionado con la obra de Dante. Él y los traductores que le siguieron son críticos con sus antecesores. ¿Qué rescata de las otras versiones rioplatenses?
Son buenas. Es más discutible la de Angel Battistessa, en todo caso, que la de Mitre, tan escarnecida. Mitre tradujo, creo yo, de un modo que podríamos llamar ingenuo, natural. La tradujo en el idioma literario de su época. Eligió ceñirse a la rima y la métrica originales, y por eso, también, su trabajo es menos cuestionable: donde había que resolver a favor de la rima no tenía otro remedio que hacerlo. Y lo hizo usando los artilugios retóricos de su tiempo, ese lenguaje literario oficial académico pos romántico. Battistessa tenía otra libertad, pero la usó a su modo. No es torpe, pero innecesariamente, a mediados del siglo XX, usó un molde arcaico convencional. No quiero decir que usó arcaísmos, eso me parece bien, sino que el modelo de lenguaje era ya viejo. No es porque sí que se traduce una obra clásica una vez y otra. Se supone que debe responder a los usos de la lengua, en lo posible sin traicionar el espíritu de la lengua original. ¿Qué necesidad tenía de traducir, por ejemplo “ya estaba donde oíase el rimbombo”? Mitre traduce en cambio: “Llegué hasta un sitio donde el rimbombo oía”. El academicismo, paradójicamente, es más rancio en Battistessa que en Mitre, en este caso.
Sobre la Comedia, sobre los grandes clásicos en general, cabe la posibilidad de hacer lecturas y relecturas desde distintos ángulos, el literal, el alegórico, el de época, el actualizado, por citar algunos. ¿Cómo se balancea esa multiplicidad de abordajes?
Tratando de seguir el sentido literal, salvando océanos de tiempo y de usos. Y esto significa seguir el hilo de una historia, porque, salvo en el Paraíso, donde abunda en escolástica, Dante cuenta fluidamente. Para mí era esencial sustituir el flujo de la rima de los tercetos encadenados por el puro fluir de la narración. Dante podía atender a las dos cosas, yo tenía que optar por una. Por seguir con el mismo ejemplo de la respuesta anterior: Dante usa limpiamente el verbo oír en su forma reflexiva: se oía. Battistessa lo usa al modo castizo, con la partícula reflexiva al final. Mitre respeta a Dante en esto. Ambos usan sin traducir rimbombo, porque es una palabra que existe en castellano, o mejor se podría decir, existía. Mitre la mantiene porque era natural para él. A Battistessa no lo obliga ni siquiera la rima. En italiano rimbombo se usa aún, y es la palabra que naturalmente usa Dante, pero no se usa en el castellano de estas tierras. Tampoco “retumbe” sería la palabra que elegiríamos, sino retumbar, el infinitivo: se oía retumbar.
Los problemas semánticos devenidos de la distancia histórica, geográfica, cultural, ¿cómo se resuelven?
El principal problema es el de la distancia histórica, se trata de un idioma de hace 700 años. Las ediciones italianas también deben aclarar muchos términos y usos que no son del italiano actual. Bien, esa es la cuestión a resolver paso a paso, en cada verso. Dante usa libremente el idioma, lo reinventa, porque no era un idioma literario hasta entonces. Hay que tener en cuenta esto. Traducir un idioma de fragua. Un idioma que usa aún el latín, cuando le hace falta, y ya lo hace como en la actualidad, cuando se introduce un latinismo. Un idioma que inventa verbos que nunca más fueron usados. Un idioma que disputa con los de otras comarcas, sutilmente: Dante señala al pasar que el lombardo usa dos palabras para decir lo mismo. La conciencia de que el toscano debía ser un idioma fundante es genial en Dante. Le encuentra su propia lógica, establece el modo más elegante de utilizarlo.
Borges se inició en la Comedia con la versión inglesa de Carlyle a la par de la italiana: decía que las traducciones no pueden ser un sucedáneo del texto original, que éstas son un medio y un estímulo para acercar al lector al original. ¿Comparte esa visión?
Creo que no son ni pueden ser un sucedáneo. Pero si sólo fueran un estímulo para llevar al lector al original, deberían ser buenas obras en nuestro idioma. De otro modo, no entiendo que el lector pueda sentirse muy estimulado. Sólo que tire el libro a la cuarta línea y diga “mejor aprendo italiano”. Si fueran sólo una guía, siempre con el propósito que el lector lea el original, entonces tampoco serían obras culturales, no nos servirían: lo ideal sería aprender el idioma original, de nuevo. En general encuentro cierta petulancia en ese tipo de postura: es como si nos dijesen “tanto y tan bien comprendo la obra, que no osaría traducirla”. Mi posición es que las obras son traducibles, hay que saber escribirlas en castellano.
La poesía ha dejado de ser narrativa, no se usa para contar hechos, epopeyas o viajes como el de la Comedia, ¿qué impacto tiene esto sobre el conjunto de la literatura?
Ojalá la Comedia contribuya a que la poesía no olvide lo que debe tener de narrativo, de narrativo imposible. Lo maravilloso de la Comedia es que narra, con incesantes referencias al mundo urbano y campesino, un disparate, si hemos de decirlo claramente. ¿Cómo es posible imaginar un sitio como el Infierno, no descrito en ningún libro canónico? ¿Cómo aceptar que la gente habla y cuenta sus pecados y desatinos mientras hierve en el aceite o se cuece en el fuego? ¿Y por qué nos convence el libro de que eso es posible? El asombro, los desmayos de Dante, ya lo sabemos, son retóricos. Está vivamente interesado en escuchar los relatos de sus paisanos. El nexo con la tierra no se pierde nunca. Esto a mi juicio es poesía. Que una alegoría se convierta en una compleja historia que nos creemos de cabo a rabo.
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Comedia sí, pero no tan divina
Si algo le faltaba a la Divina comedia para entrar en los oscuros debates de la actualidad era esto. En marzo [de 2012], una ONG italiana ligada a Naciones Unidas, deslizó que la genial obra de Dante era racista, antisemita e islamofóbica y pidió que se vigilara su lectura en las escuelas. “No propugnamos la censura o quemar libros pero nos gustaría que se reconociera que en la Divina comedia hay contenido racista, islamofóbico y antisemita”, le dijo Valentina Sereni, presidenta de la ONG Gherush92, a la agencia de noticias Adnkronos. Y agregó que “el arte no puede estar por encima de toda crítica”. El crítico italiano Giulio Ferroni calificó los comentarios de “otro desvarío de la corrección política, combinado con una total falta de sentido histórico. A su vez, el poeta argentino Jorge Aulicino, último traductor de la obra al español, opinó en el mismo sentido. “Entender que Judas representa a los judíos es ignorar que no sólo él sino todos los apóstoles, Cristo y su madre eran judíos. Tampoco celebra Dante los castigos que sufre Mahoma sino los que sufre el Papa Bonifacio VIII, por corrupto. La piedad, dice Aulicino, es lo que manda en Dante”.
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Ilustraciones de Carlos Alonso en la edición de esta traducción por la editorial Gog y Magog, Buenos Aires, 2011
“Ojalá la Divina comedia contribuya a que la poesía no olvide lo que debe tener de narrativo”, le dice a América XXI el poeta y periodista argentino Jorge Aulicino. Acaba de publicar su traducción al español del Infierno, la primera de las tres partes del clásico que Dante escribió en el siglo XIV, una de las grandes obras de la literatura universal que sigue despertando admiración y también controversias (ver recuadro). El poema narra un viaje realizado por Dante a través del Infierno, el Purgatorio y el Paraíso. Por ahora Aulicino publicó en una exquisita edición bilingüe, en verso y con ilustraciones del artista Carlos Alonso la primera parte de la obra, pero avisa que ya vienen las restantes. Así, se inscribe en una tradición que inauguró Bartolomé Mitre, primer traductor argentino de la Divina comedia, cuya versión se publicó en 1889 (la primera en español dataría del siglo XV, pero está perdida) y recupera en un lenguaje actual y sumamente cuidado de un clásico inevitable que como Homero, Goethe, Cervantes, Shakespeare, vale la pena visitar aunque pasen 700 años o más.
¿Por qué una nueva traducción de la Comedia?
Quería hacer mi propia experiencia con la Comedia. Antes que nada, fue un trabajo personal. Si la leía, debía traducirla mentalmente (yo no “pienso” en italiano, como se dice ahora), y si la traducía mentalmente, ¿por qué no anotar la traducción? Eso fui haciendo en mi blog, públicamente, canto a canto. Al final resultó que no me parecía una mala traducción, y por eso salió el Infierno.
Bartolomé Mitre, el primer traductor local, se había pasado 40 años obsesionado con la obra de Dante. Él y los traductores que le siguieron son críticos con sus antecesores. ¿Qué rescata de las otras versiones rioplatenses?
Son buenas. Es más discutible la de Angel Battistessa, en todo caso, que la de Mitre, tan escarnecida. Mitre tradujo, creo yo, de un modo que podríamos llamar ingenuo, natural. La tradujo en el idioma literario de su época. Eligió ceñirse a la rima y la métrica originales, y por eso, también, su trabajo es menos cuestionable: donde había que resolver a favor de la rima no tenía otro remedio que hacerlo. Y lo hizo usando los artilugios retóricos de su tiempo, ese lenguaje literario oficial académico pos romántico. Battistessa tenía otra libertad, pero la usó a su modo. No es torpe, pero innecesariamente, a mediados del siglo XX, usó un molde arcaico convencional. No quiero decir que usó arcaísmos, eso me parece bien, sino que el modelo de lenguaje era ya viejo. No es porque sí que se traduce una obra clásica una vez y otra. Se supone que debe responder a los usos de la lengua, en lo posible sin traicionar el espíritu de la lengua original. ¿Qué necesidad tenía de traducir, por ejemplo “ya estaba donde oíase el rimbombo”? Mitre traduce en cambio: “Llegué hasta un sitio donde el rimbombo oía”. El academicismo, paradójicamente, es más rancio en Battistessa que en Mitre, en este caso.
Sobre la Comedia, sobre los grandes clásicos en general, cabe la posibilidad de hacer lecturas y relecturas desde distintos ángulos, el literal, el alegórico, el de época, el actualizado, por citar algunos. ¿Cómo se balancea esa multiplicidad de abordajes?
Tratando de seguir el sentido literal, salvando océanos de tiempo y de usos. Y esto significa seguir el hilo de una historia, porque, salvo en el Paraíso, donde abunda en escolástica, Dante cuenta fluidamente. Para mí era esencial sustituir el flujo de la rima de los tercetos encadenados por el puro fluir de la narración. Dante podía atender a las dos cosas, yo tenía que optar por una. Por seguir con el mismo ejemplo de la respuesta anterior: Dante usa limpiamente el verbo oír en su forma reflexiva: se oía. Battistessa lo usa al modo castizo, con la partícula reflexiva al final. Mitre respeta a Dante en esto. Ambos usan sin traducir rimbombo, porque es una palabra que existe en castellano, o mejor se podría decir, existía. Mitre la mantiene porque era natural para él. A Battistessa no lo obliga ni siquiera la rima. En italiano rimbombo se usa aún, y es la palabra que naturalmente usa Dante, pero no se usa en el castellano de estas tierras. Tampoco “retumbe” sería la palabra que elegiríamos, sino retumbar, el infinitivo: se oía retumbar.
Los problemas semánticos devenidos de la distancia histórica, geográfica, cultural, ¿cómo se resuelven?
El principal problema es el de la distancia histórica, se trata de un idioma de hace 700 años. Las ediciones italianas también deben aclarar muchos términos y usos que no son del italiano actual. Bien, esa es la cuestión a resolver paso a paso, en cada verso. Dante usa libremente el idioma, lo reinventa, porque no era un idioma literario hasta entonces. Hay que tener en cuenta esto. Traducir un idioma de fragua. Un idioma que usa aún el latín, cuando le hace falta, y ya lo hace como en la actualidad, cuando se introduce un latinismo. Un idioma que inventa verbos que nunca más fueron usados. Un idioma que disputa con los de otras comarcas, sutilmente: Dante señala al pasar que el lombardo usa dos palabras para decir lo mismo. La conciencia de que el toscano debía ser un idioma fundante es genial en Dante. Le encuentra su propia lógica, establece el modo más elegante de utilizarlo.
Borges se inició en la Comedia con la versión inglesa de Carlyle a la par de la italiana: decía que las traducciones no pueden ser un sucedáneo del texto original, que éstas son un medio y un estímulo para acercar al lector al original. ¿Comparte esa visión?
Creo que no son ni pueden ser un sucedáneo. Pero si sólo fueran un estímulo para llevar al lector al original, deberían ser buenas obras en nuestro idioma. De otro modo, no entiendo que el lector pueda sentirse muy estimulado. Sólo que tire el libro a la cuarta línea y diga “mejor aprendo italiano”. Si fueran sólo una guía, siempre con el propósito que el lector lea el original, entonces tampoco serían obras culturales, no nos servirían: lo ideal sería aprender el idioma original, de nuevo. En general encuentro cierta petulancia en ese tipo de postura: es como si nos dijesen “tanto y tan bien comprendo la obra, que no osaría traducirla”. Mi posición es que las obras son traducibles, hay que saber escribirlas en castellano.
La poesía ha dejado de ser narrativa, no se usa para contar hechos, epopeyas o viajes como el de la Comedia, ¿qué impacto tiene esto sobre el conjunto de la literatura?
Ojalá la Comedia contribuya a que la poesía no olvide lo que debe tener de narrativo, de narrativo imposible. Lo maravilloso de la Comedia es que narra, con incesantes referencias al mundo urbano y campesino, un disparate, si hemos de decirlo claramente. ¿Cómo es posible imaginar un sitio como el Infierno, no descrito en ningún libro canónico? ¿Cómo aceptar que la gente habla y cuenta sus pecados y desatinos mientras hierve en el aceite o se cuece en el fuego? ¿Y por qué nos convence el libro de que eso es posible? El asombro, los desmayos de Dante, ya lo sabemos, son retóricos. Está vivamente interesado en escuchar los relatos de sus paisanos. El nexo con la tierra no se pierde nunca. Esto a mi juicio es poesía. Que una alegoría se convierta en una compleja historia que nos creemos de cabo a rabo.
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Comedia sí, pero no tan divina
Si algo le faltaba a la Divina comedia para entrar en los oscuros debates de la actualidad era esto. En marzo [de 2012], una ONG italiana ligada a Naciones Unidas, deslizó que la genial obra de Dante era racista, antisemita e islamofóbica y pidió que se vigilara su lectura en las escuelas. “No propugnamos la censura o quemar libros pero nos gustaría que se reconociera que en la Divina comedia hay contenido racista, islamofóbico y antisemita”, le dijo Valentina Sereni, presidenta de la ONG Gherush92, a la agencia de noticias Adnkronos. Y agregó que “el arte no puede estar por encima de toda crítica”. El crítico italiano Giulio Ferroni calificó los comentarios de “otro desvarío de la corrección política, combinado con una total falta de sentido histórico. A su vez, el poeta argentino Jorge Aulicino, último traductor de la obra al español, opinó en el mismo sentido. “Entender que Judas representa a los judíos es ignorar que no sólo él sino todos los apóstoles, Cristo y su madre eran judíos. Tampoco celebra Dante los castigos que sufre Mahoma sino los que sufre el Papa Bonifacio VIII, por corrupto. La piedad, dice Aulicino, es lo que manda en Dante”.
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Ilustraciones de Carlos Alonso en la edición de esta traducción por la editorial Gog y Magog, Buenos Aires, 2011
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