Hoy en “Del Dock pregunta” responde Jorge Aulicino. Gracias al autor y a Santiago Moabre, entrevistador.
¿En qué actividades te sentís bueno?
-Mi oficio es escribir, creo que es en lo único que soy bueno. Al menos, aceptable. En ninguna otra cosa me siento bueno. Me sentí bien en muchas actividades pero sabiendo que no soy bueno en ellas, por ejemplo, disparando, nadando, despachando en un almacén.
¿Cuál es tu lugar preferido?
-Cualquiera en el que haga frío. Lugar de la casa: el escritorio.
¿Cuál es tu película favorita?
-¿Stalker? ¿Misión imposible II? No lo sé.
¿Cuál es la mejor canción del mundo?
-¿La mejor o la más bella? La más emocionante para mí sigue siendo La Marsellesa.
¿Qué querías ser cuando fueras grande?
-Quise ser muchas cosas. De las que me acuerdo más: relojero, mecánico de autos.
¿Podrías contar un sueño?
-No, no podría. Los sueños tienen una sustancia tan personal, tan extraña. Las dos cosas: personal y extraña a la vez. Por mejor que se haga, la narración de un sueño no alcanzará nunca la sustancia del sueño. Ni el cine lo logra, a pesar de que es el arte de la imagen, porque el sueño es imagen con un significado que llega a lo más profundo del soñante, pero no a lo más profundo de los demás. Si yo dijese por ejemplo “anoche soñé con una redacción periodística y un compañero con el que trabajé hace mucho, pero esa redacción estaba en un sitio muy estrecho de un edificio reciclado, de manera que era estéticamente moderna pero no cómoda” ustedes apenas tendrían idea de lo ominosa que fue esa escena para mí.
¿Cuál es tu mayor esperanza?
-La vida de ultratumba.
Si tuvieras que tatuarte una frase, ¿cuál sería?
-Esto no es un tatuaje.
¿A qué escritor te gustaría entrevistar?
-A Dante Alighieri, sin duda.
¿Qué cosas convierten un día malo en uno bueno?
-Llegar a casa.
¿Qué poetas te llevaron a la poesía?
-El primero fue Góngora, cuando leí “infame turba de nocturnas aves, gimiendo tristes y volando graves”. Allí las palabras sucedían. Quiero decir, en muy pocas palabras, pasaba algo que tenía esa sustancia que sólo se descubre en una novela después de muchos capítulos, si se trata de una buena novela.
¿Además de la poesía en qué invertís tu tiempo?
-En mirar series y películas. En juegos de estrategia para PC.
¿Cómo es tu rutina de trabajo?
-Trabajo a la tarde y de noche, pero mi día –o mi noche, mejor dicho- debe terminar mirando series.
¿Qué estás leyendo en la actualidad?
-Stalingrado, de Antony Beevor; El tajo, de Mirta Hortas; Titanes del coco, de Fabián Casas, y varios libros de poesía al mismo tiempo. Pero es un momento raro, es raro que esté leyendo novelas, y dos al mismo tiempo. Son de una amiga y de un amigo y salieron casi juntas, es por eso. En cuanto a Beevor: los libros de historia me gustan. Me interesa mucho la historia de la Segunda Guerra Mundial. Los libros de poesía que en este momento leo –en unos días el panorama será otro- son Las bodas de Pentecostés (Philip Larkin traducido por Santiago Espel), La pura luz de Diego Bentivegna, Cuentas claras de Pedro Serrano, Retrato en un espejo convexo de John Ashbery, Vida en la tierra de Judith Filc, Cazadores en la nieve de Liliana Díaz Mindurry, El bebé de la muerte (Anne Sexton traducida por Verónica Zondek), Il terzo libro de Giorgio Caproni, Saigón de Mercedes Alvarez, Segunda fundación de Marina Serrano, 62 brazadas de Silvina López Medin, Robé un auto para trasladarme a las soledades vivientes de Alberto Cisnero, ¡Párense derecho! de Eduardo Ainbinder, A tanto caro sangue de Giovanni Raboni. Me gustaría mucho leer un ensayo que creo debe ser fabuloso que hizo Ángel Faretta sobre el tango, pero nadie se lo publica.
Jorge Aulicino nació en Buenos Aires en 1949. Integró en Buenos Aires, en los 70, el grupo y taller literario Mario Jorge De Lellis y fue parte del Comité de Dirección de Diario de Poesía en los 80. Trabajó en agencias noticiosas y en distintos medios gráficos. Fue subdirector de la revista cultural Ñ, de Clarín, diario en el que además se desempeñó como editor en las páginas de Cultura, Arte, Sociedad y Ciencia. Tradujo a Cesare Pavese, Pier Paolo Pasolini, Guido Cavalcanti, Dante Alighieri, John Keats, Ezra Pound, Marianne Moore y Frederick Seidel, entre otros autores. En 2009 editó en Ediciones en Danza Argentarium, una selección de los poemas cortos de Ezra Loomis Pound, traducidos por poetas argentinos a lo largo de más de 70 años. En 2015 apareció su traducción completa de la Divina Comedia, de Alighieri. [Ese mismo año recibió el Premio Nacional de Poesía].
Ha publicado, desde 1974, entre otros, los libros de poesía Vuelo bajo, Poeta antiguo, La caída de los cuerpos, Paisaje con autor, Hombres en un restaurante, Almas en movimiento, La línea del coyote, Las Vegas, La nada, La luz checoslovaca, Hostias, Máquina de faro, Cierta dureza en la sintaxis, Libro del engaño y del desengaño, Estación Finlandia. Poesía reunida 1974-2011 y El Cairo (Ediciones Del Dock, 2015). Desde 2006 administra el blog de poesía en castellano y poesía traducida Otra Iglesia es Imposible.
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Foto: Jorge Aulicino por Daniel Mordzinski
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