Aulicino nos cuenta su experiencia revisitando la obra durante el fenómeno masivo de la lectura diaria colectiva en redes con la etiqueta #Dante2018 que propició Pablo Maurette, y cómo fue trabajar en esa traducción de gran complejidad.
Te subiste a la ola de #Dante2018 con tu propia traducción anotada. ¿Cómo fue esa experiencia de recibir comentarios y opiniones casi en vivo y digitalmente sobre una traducción ya hecha?
Fue buena, me permitió hacer unos comentarios previos a cada canto, que agrupé en un blog especialmente dedicado a esos prefacios, como los llamé. Me hizo cotejar muchas veces mi traducción con el original. Leí otra vez la Comedia, a la luz de las interpretaciones que hacían los lectores en Twitter. Polemicé de nuevo, en esos “prefacios”, sobre todo con comentarios y lecturas de los traductores al castellano. Me gustó. Los prefacios son un pequeño libro que surgió de esa experiencia.
Ahondando en tu versión de la Divina Comedia, ¿tuvo particulares escollos? ¿Podrías contarnos algún dilema que se te presentó y cómo lo resolviste?
Todo es un dilema en la Comedia, y el primero es si se puede realmente traducir. Cuando digo traducir me refiero a si es posible encontrar un lenguaje para ella en el idioma que hablamos. La afirmación de que la Comedia no se puede traducir en absoluto para mí no tiene el menor sentido, porque es obvia y vale para la Comedia y para casi toda la poesía y la prosa. Los idiomas pueden ser confrontados, pero no pueden ser equivalentes. Nunca tendremos la Comedia original… pero en otro idioma. Sobre todo, porque los idiomas no suenan del mismo modo. Sabido esto, nunca nadie logrará decir en castellano lo que Dante dijo en toscano o Shakespeare dijo en el inglés isabelino o lo que dijo Homero en griego arcaico, pero tampoco lo que dijo un poeta contemporáneo en italiano, en inglés, en griego, en ruso. Si las palabras no suenan igual, pues no son las mismas palabras, esto es una verdad de Perogrullo, ¿no? Y tenemos un problema más: la resonancia de cada palabra en su época y en el ambiente en que se pronunció. Miremos las cosas al revés: si decimos adoquín, esta palabra tiene ya para nosotros un contenido nostálgico, puesto que no hay adoquines o casi no quedan en Buenos Aires y en casi ninguna ciudad de la Argentina. Pero además el tango hizo del adoquín un emblema del paisaje urbano. Por otro lado, hasta hace no muchos años se podía usar la palabra adoquín en sentido figurado para decir que alguien era medio bruto. Vamos a suponer que un traductor inglés o italiano quiere traducir este término encontrado en un poema o en una prosa escritos en la Argentina. Es difícil que pueda traducirlo con todas sus connotaciones. Si se tratara de un texto contemporáneo, la palabra tendría o no sentido práctico directo de acuerdo al contexto en que estuviese escrita. Pero su sentido completo muy probablemente se le escaparía al traductor si la frase fuese, por ejemplo, “cuando los carros todavía trajinaban el adoquín”. Estos problemas se multiplican en un texto que tiene 700 años. Contamos con algo a favor en el caso de la Comedia y es que Dante tuvo el declarado propósito de escribirla en lengua vulgar. La lengua vulgar era, como él mismo lo dijo, la que hablaba la gente en el mercado. El toscano común, no el latín que se usaba en casi todos los documentos escritos. Entonces podemos tener presente ese propósito como orientación general y, salvo en los casos en que es evidente que Dante usa giros o formas cultas, devenidas del latín oficial, inclinarnos más bien por el uso común que por el elevado, teniendo como medida el uso común nuestro, el del castellano de la Argentina.
¿Qué te motivó a traducir esta obra? ¿Te parecía que las traducciones existentes eran complejas, antiguas, inacabadas...? ¿Cuál dirías que fue tu principal aporte al proponer esta traducción?
No sé si hice o no un aporte, no puedo medirlo. Pero respecto de las traducciones en castellano, no es que fueran más o menos inacabadas, en el sentido de no correctas, no adecuadas. Es que las traducciones notablemente cambian de una época a la otra y de acuerdo a si fueron escritas en España o en la Argentina. Menciono estos dos países porque no conozco traducciones hechas en ningún otro. Es muy interesante comprobar que cada época hace sus propias traducciones, no solo de Dante, claro, aunque las de la Comedia tienen una historia ya bastante larga que revela cambios notables. Las del Conde de Cheste en España y Bartolomé Mitre en la Argentina nadie dudaría que son del siglo XIX, o al menos que no son del siglo XX ni XXI. Casi simultáneamente, durante el siglo XX, Ángel Crespo en España y Ángel Battistessa en la Argentina agregaron dos nuevas traducciones. Las diferencias en estos casos son más culturales que de época. Crespo, aunque ya no es el Conde de Cheste, usa un lenguaje poético tradicional, que se refuerza por los metros y rimas originales (el endecasílabo y la terza rima: tercetos en que riman el primero y el tercer verso, mientras el segundo rima con el primero del terceto siguiente). Battistessa, menos arcaico, es sin embargo académico, ceñido casi siempre a las acepciones más convencionales de cada palabra. Se valió del endecasílabo blanco, sin rima, pero está encadenado a él. Todas estas traducciones tienden a elevar la lengua original, que, como dijimos, es intencionalmente vulgar. Una condición del texto toscano que se pierde en esto es la ingenuidad de Dante como personaje de su obra, su asombro, la espontaneidad con que parece haber escrito. Precisamente, como alguien que habla, que les cuenta una historia fantástica a otros en las calles de Florencia, quizá de pie, yendo y viniendo del mundo sobrenatural al mundo corriente. Es decir, comparando todo el tiempo uno y otro. Este procedimiento —la comparación de escenas del mundo sobrenatural con el mundo cotidiano— no es ocasional. Está en todos los cantos del Infierno y en muchos del Purgatorio. Entonces: mi intención fue hacer una traducción de acuerdo con el espíritu que yo creo tiene el original. Una traducción a nuestra lengua corriente media. Para eso, tuve que prescindir del metro fijo y de la rima regular. Ahora bien, lenguaje corriente no quiere decir lenguaje sencillo en todos los casos. Dante tiene construcciones bastante complejas, muchas veces, y suele usar palabras en latín. Todo esto había que respetarlo dentro de un tono natural.
Fantasía: ¿qué profesión o trabajo elegirías si no te dedicaras a las palabras?
Hubiese elegido -ya no puedo- mecánico de autos.
Presente: ¿en qué estás trabajando ahora?
Trabajo en un libro de poesía que contiene un canto largo titulado El río, basado en imágenes del Paraná y el Plata. Como me suele ocurrir con estos poemas —me refiero a los extensos—, parto de una idea, un plan, un tema, pero después las palabras van haciendo su propio trabajo. A veces van adonde queremos y la mayor parte de las veces no exactamente. Además, leo originales para Ediciones del Dock y asesoro en Ediciones en Danza en la colección de traducciones.
El futuro: ¿qué obra o a qué autor te gustaría traducir próximamente y por qué?
Honestamente, no tengo idea. Todavía añoro la traducción de la Comedia, con ese sentimiento que se tiene al terminar de leer algo que te entusiasmó mucho cuando sos adolescente. La isla del tesoro, ese tipo de libros que se leen a esa edad. Tengo un plan un poco más pequeño y es el de traducir el último poema de Leopardi, un poema bastante extenso que escribió después de presenciar una erupción del Vesubio, enfermo, antes de morir. Se llama “La ginestra”, la retama. Y el subítulo es “o flor del desierto”.
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