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Comentario / Ezra Pound regresa a las librerías argentinas tras 20 años

Jimena Repetto - Frente Negro. Hacia la revolución... - 28.9.2009

Dicen que Ezra L. Pound (Estados Unidos, 1885 – Italia, 1972) aconsejaba a los jóvenes poetas entrenar su oído en la traducción. Siguiendo el legado de uno de los mayores renovadores de la poesía de habla inglesa del siglo XX, Ediciones en Danza presenta Argentarium, edición bilingüe con traducciones de Pound a cargo de poetas argentinos.

Jorge Aulicino fue el encargado de recopilar y seleccionar los poemas cortos que se presentan. La selección arranca con la traducción de Alfredo Weiss de “La tumba de Akr Çaar”, originalmente publicada en 1944, seguida de “La primavera”, a cargo de Rodolfo Wilcock. El recorrido incluye una recopilación de traducciones publicadas entre fines de los sesentas y los ochentas, realizadas por Carlos Viola Soto, Marcelo Covián, E. L. Revol, Jorge Santiago Perednik y Gerardo Gambolini.

A éstas se suman las más recientes a cargo de Jorge Fondebrider, Javier Cófreces-Matías Mercuri, Jonio González, Ezequiel Zaidenwerg, Silvia Camerotto y el mismo Aulicino. En este sentido, considerando la utilización del lenguaje en los poemas de Pound –y sus combinaciones entre lo clásico y lo coloquial– es interesante leer cómo varía en las traducciones argentinas a lo largo del tiempo la utilización del castellano rioplatense.

Excéntrico, de una erudición y curiosidad literaria envidiables, Ezra se construyó como poeta, crítico y traductor, le dio un sacudón a las bibliotecas de su tiempo y llevó el estandarte del modernismo anglosajón. En 1908, se instaló en Londres y, un año después, publicó uno de sus libros de poesía más famosos: Personae. Su obra es vastísima y, entre ella, se destaca Los cantos, que empezó a escribir en 1915 y le llevó gran parte de su vida. Con ideas precisas y un proyecto estético claro, releyó la historia de la poesía, seleccionó a sus padres literarios y se lanzó a traducir del chino, el provenzal, el griego y el latín, sin prestarle tanta atención a la rigurosidad de la traducción, como a la apropiación creativa en el proceso.

Fue un lector agudo y perspicaz que ayudó a promover escritores como James Joyce, Robert Frost, Marianne Moore, D. H. Lawrence, Charles Olson, Louis Zukofsky y Wyndham Lewis. Entre sus amigos se sumaban T. S. Eliot –a quien le corrigió su famoso poema “La tierra baldía”–, William Carlos Williams, Ernest Hemingway –quien alguna vez le dio clases de boxeo– y el gran William Butler Yeats, a quien consideraba el mayor poeta vivo de habla inglesa.

Pound fijó nuevos preceptos estéticos para la escritura, tal vez el más radical sea su voluntad de hacer entender que la poesía no es pura expresión de un yo, sino que se constituye de un lenguaje que se condensa y entra en juego en imágenes. Fue así como, junto a Hilda Doolittle y Richard Aldington, fundó el movimiento Imaginista, en alusión al empleo de la imagen en el poema, y estableció preceptos que incluían la búsqueda de la palabra precisa, la utilización de un lenguaje cotidiano despejado de aires solemnes y un ritmo acorde al fraseo musical.

Para dar cierre a Argentarium, la edición incluye un dossier de fotos que opera como un pequeño apéndice biográfico.

Se pueden ver diversos retratos –entre ellos, uno a cargo de Man Ray– y portadas de las primeras ediciones de algunos libros. Además, las fotografías presentan espacios que recuerdan los momentos más críticos y polémicos de la vida de Pound: se lo ve en el estudio de Radio Roma, donde se transmitía el programa por el que fue acusado de traidor a la patria por realizar declaraciones “antinorteamericanas” y apoyar a Mussolini; las jaulas de encierro del Centro Disciplinario de las Fuerzas Armadas Norteamericanas, en Pisa, donde estuvo detenido en 1945; el hospital psiquiátrico Saint Elizabeth’s, en Washington D.C., en el que fue recluido durante doce años luego de ser declarado insano para esquivar el juicio por traición; y sus últimos días en Venecia.

De influencia innegable y controvertido como pocos, Pound marcó una huella en la tradición literaria. Argentarium es una buena ocasión para ver cómo fue leído y traducido por poetas de nuestros pagos.

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