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Comentario / Sin corazón no se puede mirar el río


Diego L. García - Solo Tempestad, abril 4, 2019 -

En el año 2012 se editó la poesía reunida de Jorge Aulicino (1974-2011) bajo el título Estación Finlandia (Bajo la luna). Desde entonces, su obra se ha incrementado con nuevas publicaciones (Libro del engaño y del desengaño, El camino imperial, El Cairo, Corredores en el parque, Mar de Chukotka) que, sin dejar de dialogar con el conjunto anterior, se constituyen en cada caso como permanentes recomienzos.

El río y otros poemas explora las posibilidades de una poesía de personajes. Sarmiento, Agamenón, Quevedo, Teresa de Ávila, Belgrano y otros interpelan el discurso historicista y las “verdades” de esos relatos (“Nada de un mísero instante puede ser narrado” dice con acierto un de los versos). La representación de estos sujetos implica ciertos puntos pensables desde la poética: a) que el texto puede articularse como impresión de la vida (y no expresión); b) que el “mundo de afuera” (cito del poema 13) pertenece también a las palabras; c) que las imágenes de la poesía son una sola (parafraseando a Octavio Paz), por más que se enfoque el ataque del almirante Brown o la lluvia sobre viejos adoquines. Pienso en las persistencias que se abren cuando una escritura se ha convertido en obra, en los modos que ese tapiz encuentra para seguir desplegándose; hay algunas definiciones que uno debe conceder, mecanismos que atraviesan y trascienden al mismo tiempo el trabajo escurridizo de la poesía. De alguna manera esa estructura es la que sostiene un algo más que las imágenes y sus caminos de pensamiento.

Al hablar del río el poeta refiere a “la sustancia del momento”. Habría ahí una clave para leer esta última producción de Aulicino. No se trata de intentar capturar momentos, porque el tiempo en la escritura es pura retórica (y el único acontecer, ese presente de inscritura, en nada se parece a la recta de la historia moderna). Lo que tenemos es la proyección de una sustancia anclada a la memoria, pero una sustancia que no se presenta como una pedagogía sino como un suceso impredecible y emergente. Por más que se nombre a Pound sentado en las escaleras de la Dogana, irrumpe de pronto una serie de gaviotas, “seres de mirada honesta”, que “sin escrúpulos para comer basura o carne. / Todo lo procesan”, rematando de manera reflexiva esa intromisión: “Todo es tráfico, de algún modo”. En ninguna biografía de Pound están las gaviotas, en ninguna porción del tiempo de Pound la dualidad de un ser confiable y ruin como este nos representa, sino en la sustancia eventual de este texto. Un texto en tráfico, una imagen que no se quedará quieta… aunque pasen las horas.

Recuerdo una entrevista en la que Aulicino hablaba de que al revisitar sus libros pasados los veía con mayor cariño, los sentía “mejores”. Es interesante ese proceso de autolectura que, en definitiva, es siempre el combustible del creador. Como decía aquel poema de nuestro autor escrito en los años 70: “Billy the Kid bebe un tequila interminable” (Vuelo bajo). Así, la suspensión de la mirada se transporta en una cinta de imágenes y eventos y fragmentos de lengua que laten vaya a saber uno por qué. Que exigen un poema nuevo. Que se construyen en una forma amable y pensable, porque, como dice Aulicino en otro verso, “sin corazón no se puede mirar el río”.

El río y otros poemas (2019)
Autor: Jorge Aulicino
Editorial: Barnacle

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