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Entrevista / "La poesía es hace tiempo un género para adictos"

Gilgamesh: Poesía y poéticas


Gilgamesh: Jorge, algunos rasgos de estilo que reconocemos en tu obra son el verso libre, una sintaxis despojada, un aliento materialista, todo lejos del lirismo de los románticos y cerca del ascetismo de cierta poesía estadounidense (pensamos en W. Stevens) y cerca también de los herméticos italianos, y un ir y venir entre lo culto y lo cotidiano. No quedan fuera las referencias históricas, un posicionamiento ético y filosófico y un anclaje fuerte en los devenires de la ciudad. ¿Podrías contarnos cómo has llegado a esas elecciones? ¿Qué de esas búsquedas formales se sostiene desde tu primer poemario hasta tus últimos libros editados?

Jorge Aulicino: Seguramente llegué a esas elecciones al tanteo, influido por los poetas que leía, que eran, al principio, los autores del Siglo de Oro español, Neruda, Vallejo, Raúl González Tuñón, Prevert, Pavese, Juan L. Ortiz, etc. Pero en algún momento tuve una intuición, un sentimiento, una percepción que fue la de ver las cosas desde la lejanía de la aventura y de la ficción en general. Aunque el horizonte posible era lo cotidiano, comencé a ver esa cotidianeidad como una revelación. Esto es, que empecé a ver la ciudad en términos históricos, antropológicos y ficcionales. Fueron de gran importancia para mí las lecturas de otros poetas no previstos en el catálogo de las lecturas de izquierda de aquella época: Montale, William Carlos Williams, Auden, Ashbery. La relectura de Bertolt Brecht en esta instancia fue decisiva. Leí una selección de poemas de Libro de lectura para lo habitantes de las ciudades (no recuerdo en qué revista) y las historias del señor Keuner publicadas en España en los setenta y esto cambió mi visión de Brecht y de la poesía en general, ya no era el Brecht dogmático que yo creí ver en las lecturas de adolescencia, sino un Brecht paradojal, irónico, con un profundo sentido de historicidad en las cosas. Como Tuñón, Brecht jugaba todo en una ficción real, una metaficción, y los dos introducían personajes históricos reales en sus poemas, y los libros de poemas se transformaban a su vez en colecciones de postales, álbumes de fotos y recortes, dossiers, archivos. Incluso un solo poema podía causar ese efecto de colección diversa, por ejemplo: «Escrito sobre una mesa en Montparnasse», de Tuñón, que es como si él hubiera volcado una caja de postales precisamente sobre una mesa. Digamos que, al descubrir el contenido de ficción en la poesía, descubría también la ficción en la Historia. Por qué eso me atrajo no sabría explicarlo ni explicármelo. 

Gilgamesh: Nos parece que sos uno de los pocos poetas argentinos que cuenta con dos libros de poesía reunida: Estación Finlandia. Poemas reunidos 1974-2011 (Bajo la luna, 2012) y Poesía  reunida (Ediciones en Danza, 2020). ¿Cómo has vivido el proceso de relectura, selección y ordenamiento de tu obra? En Poesía reunida hay un orden inverso al de la escritura. ¿Qué te llevó a esa decisión?

Jorge Aulicino: Lo hice, en principio, para poner los libros a disposición de eventuales lectores porque, por separado, no estaban ya disponibles. Pero es cierto que uno hace una evaluación, que es un reencuentro y una crítica. Modifiqué unos pocos poemas y no sustancialmente porque, si abusaba de eso, la poesía reunida pasaba a ser poesía corregida. Hay poemas que habría quitado de los libros originales, pero, al hacer la primera edición, no me di cuenta de que sobraban ni me dejaban una impresión de mal resueltos ni nada de lo que fuera consciente. Yo creo que cuando uno se decide a sacarse de encima un libro, un conjunto de poemas, cierra los ojos, suspende la crítica. Porque se trata de darlos por terminados, precisamente. Con todo, en el curso de las publicaciones había dejado afuera muchos poemas que después rescaté. Los volví a ver con otros ojos y como eran esquemas o esqueletos de libros, los publiqué en Estación Finlandia con el título que habrían tenido esos libros, de haberse publicado en su momento. Creo que las poesías reunidas cumplen el papel de mostrar el recorrido de un autor, deben ser tan sinceras como sea posible. Mi sinceridad -que para uno es a la vez afrontar lo hecho- no pudo llegar hasta los primeros libros que, francamente, no puedo admitir como aquellos “pecados de juventud” de los que se hablaba. Admito que los cometí, pero mostrarlos no creo que haga falta. Hay autores para quienes la poesía reunida les revela más errores que aciertos. Yo soy uno de esos. Me consuela pensar que en términos generales los lectores son indulgentes con los que uno considera errores o sobreabundancia. O no los lee como tales.

Gilgamesh: Has sido periodista, seguís siendo un crítico literario atento, un difusor ― a través de tu blog Otra Iglesia es Imposible― de la poesía universal, traductor de poetas italianos fundacionales. ¿Qué aportan cada una de estas facetas al poeta y a su poesía en particular?

Jorge Aulicino: Me gané la vida como periodista durante más de 40 años. Primero fui periodista en semanarios, agencias y diarios de izquierda. Después, en la prensa comercial. Traté de ser honesto en ese oficio. Y la verdad es que lo quise, lo quiero, más allá de que tenga o no relación con la literatura. Cuando me preguntan por esa relación, digo que aprendí a escribir haciendo periodismo. Aprendí una gramática y la búsqueda de la precisión, que tal vez se relacione con la poesía que escribí en paralelo. En cuanto al blog de poesía, publicar y traducir me mantiene en contacto con la poesía, que es la fuente principal de sí misma. Busco, no solo la novedad del poema nuevo, sino la novedad en todos los poemas, incluso en los que ya conozco o en los que debí haber leído hace muchos años. En cuanto al orden de la última poesía reunida, fue una sugerencia de Javier Cófreces, el editor de En Danza. Me pareció bien empezar por lo más reciente de manera que el lector fuese bajando cayendo, diría más bien- hacia los orígenes.

Gilgamesh: Nos gustaría detenernos en tu oficio de traductor y, más puntualmente, en las traducciones de poetas italianos. ¿Cómo llegás a la lengua italiana? Los poetas con los cuales trabajás van desde los canónicos (Cavalcanti, Dante, Pasolini, Pavese) a otros casi desconocidos para el público lector argentino (Antonella Anedda, Biancamaria Frabotta). ¿Qué te ha llevado a esas poéticas? ¿Cuándo decidiste traducir la Comedia? ¿Qué ha traído de nuevo tu traducción a las traducciones que ya circulaban en nuestro país?

Jorge Aulicino: La lengua italiana estaba en mi casa, no porque se hablaba, sino porque permanecía latente en mi padre, que era hijo de italianos. Mi madre era hija de españoles. Murió muy joven. Papá se casó por segunda vez con una maestra y profesora de italiano. Quise entender esa lengua que estaba en los genes familiares y en los libros y cuadernos de mi madre segunda, y como había poetas italianos que me atraían mucho -Ungaretti, Montale, Pavese- comencé a leerlos con ella en el idioma original. Iba aprendiendo léxico, sintaxis, etc., mientras traducíamos esos poemas. Ungaretti fue el primero, quizá porque sus poemas son más breves y concisos, en un italiano literario. Después seguí solo, y fui llevando de mudanza en mudanza los libros de gramática y los diccionarios de mi madre, luego también el de mi padre, que en cierto momento de su vida decidió aprender la lengua que sus padres, mis abuelos, no le habían enseñado. Distinto era para mi segunda madre; en su casa, la nona y el nono hablaban italiano y sus hijos lo aprendían de solo oírlo. Volviendo a la pregunta: las poéticas de los autores que mencioné me atraían antes de que aprendiera a leerlos en su idioma. Con Dante tuve una difícil relación desde la preadolescencia, hasta que decidí que el mejor modo de entenderlo y aprender el mundo y el tono de la Comedia era traducirla. Traduje primero para mí y luego para el blog, sin pensar en editarla. De hecho, el primer interesado en la publicación fue Miguel Ángel Petrecca, de Gog y Magog, donde apareció el libro del Infierno. Después, la primera gestión para publicar los tres libros fue de mi compañero de trabajo Ezequiel Martínez, que se la propuso a Fernando Fagnani, de Edhasa. Sería presuntuoso decir qué aportó mi traducción. La hice con dos principios que decidí sobre la marcha: ceñirme lo más posible al significado literal y conseguir la fluidez del castellano hablado en la Argentina. Para esto último, tuve en cuenta que Dante usó el toscano, que entonces era solo una lengua coloquial, ya que la literatura y los papeles oficiales se escribían en latín. Los poetas del “dolce stil novo” escribían en la lengua familiar, Dante entre ellos, pero fue su propósito, no solo escribir en toscano la Comedia, sino hacerlo, como dijo, en la lengua que hablan las mujeres en el mercado.

Gilgamesh: ¿Qué literatura te acompaña mientras estás escribiendo un libro? ¿Qué literatura te acompaña en este momento? ¿Cómo te ves en relación con la poesía que se está escribiendo, editando y premiando hoy en día? Irene Gruss, una poeta muy querida y respetada, decía que “se está escribiendo mucho y al pedo”. ¿Qué pensás de esto? ¿Se convirtió o convertirá la poesía “en un género para adictos”?

Jorge Aulicino: La poesía es hace tiempo un género para adictos, como ustedes dicen. Mientras escribo, me acompaña lo que eventualmente esté leyendo, desde poesía a filosofía. También los diarios y noticias. Leo mucho para el blog, es un ejercicio permanente. Pero tengo que decir que desde los 80 no había vuelto a leer a Juan José Saer y él me acompañó y vigiló en algunos de los últimos libros, sobre todo el último -que en el orden es el primero- de la poesía reunida por Ediciones en Danza. El que se titula La lírica. Creo que la frase de Irene revela un giro en la producción de poesía. Se publica y se escribe mucho más. El público, que son los propios poetas, para empezar, se extendió, creció mucho. O creció la adicción o el interés general. Es muy difícil, por otra parte, leer poesía sin contagiarse, por así decirlo. El que la lee también intenta escribirla porque la poesía es una manera de manejar la realidad hasta donde se pueda. El descubrimiento del “horizonte de sucesos” de la poesía, que abarca la cotidiano, que parte de lo cotidiano, creo que contribuyó a la relativa popularidad que tiene hoy el género, lo cual se ve en las redes sociales. Claro que Irene tiene razón: mucho de lo que se escribe es regular, facilongo, acrítico. Se ha ido muy lejos en la esperanza de que el simple describir lo cotidiano se revele poético, en el sentido de extraño o connotativo, pero siempre ha sido así, siempre hay excedente, material fallido. Ahora, la producción general es mayor y quizá la proporción de sobrante se mantiene y, como las redes tienen mucho lugar para la poesía, el excedente tal vez se nota más.

Gilgamesh: ¿Podrías ampliar o precisar un poco más ese “Poder insignificante de la poesía” del que hablás en Poesía y política (Ediciones del Dock, 2021)?

Jorge Aulicino: Lo que digo allí es que el mundo camina sin historia, puesto que a casi nadie le importa otra cosa que el presente, esta especie de eternidad inmóvil del mundo digital, agrego. En esa hipótesis, el poder de la poesía es tan insignificante como el de la Historia: está en un plano de igualdad con ella, puesto que nadie lee poesía ni Historia. Pero me parece que existe la paradoja de que esa insignificancia, esa marginalidad, le da a la poesía un gran poder. Ese poder sería el del que siembra de nuevo un campo, el del que crea un lenguaje para acercarse al mundo de nuevo. Creo que ese ensayito termina con una nota de esperanza acerca de que poesía e Historia alguna vez logren llamar la atención del pueblo humano. Un ejemplo práctico sería que los conductores y las organizaciones políticas ampliaran su visión de las cosas leyendo poesía e historia, para poner su acción en un marco distinto, en un cosmos, no para adornar sus discursos con citas y metáforas. Ezra Pound decía que el cuidado del lenguaje ha sido confiado a los despreciados literatos. No se refería a cuidar la lengua de contaminaciones, sino a la eficacia de la lengua. Cuando esta se vuelve fofa e informe, decía Pound, la organización de la sociedad se va al demonio. Quizá es al revés: la lengua se vuelve ineficaz y hueca porque la sociedad se está yendo al demonio.

Gilgamesh: Hoy en día la gente publica de todo en las llamadas redes sociales, poesía incluida. ¿Podrías ampliar o precisar un poco más ese “Poetas y reciarios” incisivo del que hablás también en Poesía y política?

Jorge Aulicino: Creo que las redes sociales, que yo también uso, tienden a congelar el tiempo. Todo está pasando siempre en las redes. No se ponen palabras e imágenes en relación con las cosas reales, sino que giran en torno a la idea de construir una “biografía”: este es el nombre que Facebook le da a la página de cada usuario. Tiende a perderse la noción de “medio”, de vehículo de trasmisión. Hablé de redes y reciarios evocando al gladiador que peleaba con una red y una espada, o un tridente. Salvo que sea muy hábil, la red puede envolver al que la usa, en lugar de detener al rival en la arena. Trato de mantener mi “biografía” como medio, no como construcción diaria de mi existencia, valedora de mis actos. Las redes, es cierto, han dado una nueva herramienta a la democracia. Pero son una herramienta, no un fin. En lo que respecta a la poesía, el entorno de una red es propicio para la circulación, incluso la lectura fragmentada, que es la única posible en las redes, favorece la distribución de poesía. El otro filo de esa herramienta es la cuestión de la que hablamos recién: así como circula lo bueno, y reviven poetas y nacen otros en las redes, se difunde también mucho excedente, poesía, digamos, poco interesante. Y se tiende de nuevo al intimismo, a todo aquello que nos conmueva líricamente, en el sentido antiguo del lirismo: por su referencia al mundo privado, a los inextricables estados de ánimo, a las tristezas o a la belleza de las puestas de sol, como excluyentes de otros ingredientes básicos de la poesía. Las redes han puesto en circulación muchos poemas, mucha información sobre la actividad cultural ligada a la poesía. Pero son un peligroso espejo que siempre estará astillado si solo las vemos como reflejo de nuestras vidas privadas. En ese sentido son una especie de lírica barata. 

Gilgamesh: Borges se lamentaba de que la poesía épica hubiese caído en el olvido. Basta volver a su Biblioteca personal, por ejemplo, para reencontrarse con su admiración por obras como La gesta de Gilgamesh o el Bhagavad-gita o, si la memoria no nos falla, el Beowulf. Nosotros pensamos que la poesía épica o narrativa no debiera estar ausente de la poesía que se escribe en la actualidad. ¿Cuál es tu posición al respecto?

Jorge Aulicino: La épica se presenta hoy, a veces, como una narración rota, así la veo. Porque es muy difícil, en un mundo múltiple como el actual, mantener una narración coherente, clásica, con planteo épico, colectivo, de principio a fin. Sin embargo, el espíritu épico se mantiene, si entendemos la épica como la referencia al mundo político y al mundo económico y, sobre todo, como una visión de la Historia en movimiento en el trasluz de la poesía lírica, que es la que más abunda. Ya no es un subgénero de la poesía, sino una actitud, un trasfondo, el marco colectivo de una biografía. La poesía ha nacido de la épica, del mito, que es narración, exposición de sucesos. El gran poema fundacional de la poesía de Occidente tal vez fue la Ilíada. Es probable que su escritura no sea tan antigua como se suponía y más o menos coincida con los primeros testimonios de poesía lírica, por ejemplo, los fragmentos de Safo de Mitilene. Pero ese cantar, que seguramente existió mucho antes de ser llevado al papel, desató la poesía en todas sus formas: la épica, la tragedia y la lírica convivieron en la poesía posterior en Grecia y Roma. En el siglo XX, las grandes guerras ―mucho más grandes que la de Troya― no dieron poesía épica pura, se reflejaron más bien en la poesía lírica. Hay colecciones de poesía de la guerra; por ejemplo, de poetas ingleses. Incluso un libro como «España, aparta de mí este cáliz», de César Vallejo, canta con subjetividad individual un suceso colectivo, épico y dramático. Es una colección de poemas, más que una obra épica plena. Un solo poema, el «Himno a los voluntarios de la República», imita los antiguos cantos épicos, con un torrente de imágenes muy modernas y dramáticas.

Gilgamesh: Nuestra última pregunta es una que, con ligeras variaciones, repetimos de entrevista en entrevista. En La muerte de la tragedia, George Steiner afirma (palabra más, palabra menos) que la poesía se ha vuelto un asunto privado esencialmente lírico y que, por lo tanto, se ha divorciado de la memoria histórica de los pueblos. Puesto en otros términos, la poesía es escrita y leída por poetas y, quizá, también leída por algunas de sus amistades… Hace largo tiempo que el llamado «gran público» ha quedado fuera de este juego. Alejandra Boero llama a esto el «lazo perdido». ¿Qué sería necesario, en tu opinión, para reparar en alguna medida esa pérdida?

Jorge Aulicino: La poesía no es un asunto privado, nunca lo fue. La lírica transforma las percepciones privadas en asunto público desde que se separan del emisor cuando son publicadas. Estar a solas con el poeta es imposible: el lenguaje se interpone, y el lenguaje es un campo de maniobras colectivo. No es la poesía la que se ha divorciado de la memoria histórica de los pueblos, sino que la civilización parece desentenderse cada vez más de su memoria. No advierte las formas históricas que van asumiendo los escenarios milenarios, las ciudades. Pasolini sitúa sus poemas en “la última forma histórica de Roma”, porque Roma estuvo siempre, pero con otras formas. Aún hoy es la capital de su imperio, no por sus ruinas, sino por su espíritu múltiple, cosmopolita, policlasista, que permite convivir funcionarios y burócratas, políticos y eclesiásticos con vivillos y marginales, como si fuera el octavo círculo del infierno de Dante. Todas las grandes ciudades se parecen, por lo demás, a Roma, Pero la conciencia de esta dialéctica de cambio y permanencia, de convivencia de lo nuevo y lo viejo, se va olvidando. Vivimos en celdillas, como en los panales, cada uno en sus cosas y, sobre todo, en un mundo virtual inmutable. Sin movimiento no hay memoria. Todo parece un tonto, hueco, presente. El lector se aleja de la poesía porque la poesía le exige leer la historia del lenguaje, es memoria de la lengua y del pasado. La poesía es hoy, como lo fue desde los trovadores, una actividad marginal y a la vez necesaria, imposible, al parecer, de extirpar. Creo que es y ha sido siempre, gracias a Dios, un lugar en el que la comunidad cultiva la lengua y la memoria y en el que refresca o renueva los mitos. Es una obra totalmente desinteresada a la que se entrega una parte de la sociedad, como vemos hoy en las redes sociales. Y por lo tanto fuera del mercado. Todos hemos escrito poemas. Y muchos lo seguirían haciendo y, de hecho, sin escribirlos, tal vez los vivan en raros momentos de sus vidas. No puede haber lectores puros del género poético, es decir, lectores que no lo hayan intentado alguna vez al menos. Es por eso, me arriesgo a decir, que la poesía no se vende. La poesía no es comercial porque se la considera una plena manifestación del hecho de existir.

RESEÑA BIOBIBLIOGRÁFICA
Jorge Aulicino ha participado en diversas publicaciones de poesía, entre ellas, Diario de Poesía, El León en el Bidet, Omero y Hablar de Poesía. Dirigió la revista de cultura Ñ entre 2007 y 2012. Colabora en el Periódico de Poesía de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Integra el Club de Traductores Literarios de Buenos Aires. Administra el blog de poesía Otra Iglesia es Imposible. En 2015 recibió el Premio Nacional de Poesía. Algunos de sus trabajos periodísticos están compilados en [el blog] Dardanelos.

22 de mayo de 2022

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